domingo, 1 de marzo de 2009

El pasado 27 de febrero dejé de trabajar en Novartis, la empresa a la que me incorporé en septiembre de 2007. Escribí un correo de despedida, y la gente llegaba a decirme que iba a dejarme sus datos personales, en respuesta a que yo les había dejado los míos. De pronto me empezó a llamar la atención que, con esa frase, todos parecemos separar el trabajo de la vida personal. Como si de verdad el trabajo no tuviera nada de "personal". Como si todos fuéramos máquinas en el trabajo, y personas en los demás ámbitos.

Yo nunca dejé de ser persona. Durante el año y medio que colaboré en esa empresa mi correo electrónico laboral fue tanto o más importante que el "personal". Mi trabajo era reflejo de mi personalidad, por eso me enojaba tanto tener errores o me molestaban tanto las críticas poco fundamentadas de los demás.

Ahora que me voy, no puedo evitar hacerlo personal. Si el trabajo no fuera parte de mi vida personal, quizá no me dolería tanto dejarlo. Quizá no seguiría viendo mi salida de Novartis como un fracaso.

Sin embargo, los fracasos también traen aciertos. Es momento de empezar con una nueva etapa de mi vida. Ni modo, el cambio duele pero estoy segura de que me traerá nuevos y buenos aires.

A partir de esta semana tengo una vida distinta. Dos nuevos trabajos que encajan perfecto en mi plan de vida personal.

Adiós Novartis.

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