No recuerdo si ya lo mencioné o no, pero estoy asistiendo a clases de tango. Yo, que soy tan inconstante, tengo que ir adquiriendo disciplina poco a poco. La primera cosa con la que empecé la disciplina es este blog, como ya lo he repetido tantas veces, y la segunda será el tango. En forma, llevo apenas tres o cuatro clases.
El lunes pasado me enseñaron a hacer ochos. De verdad que fue una labor sumamente difícil porque tengo muchos problemas de coordinación motriz, y hay que pensar en tres cosas al mismo tiempo cuando se hacen ochos. Sin embargo, la gente que me conoce sabe que cuando me propongo algo de verdad, persevero y alcanzo. Y el tango es el caso. No importa cuán frustrada me sienta porque no me salen los ochos (me siento mucho más de lo que demuestro), o porque tengo que pensar los actos que los demás aprenden tres veces más rápido que yo, van a salirme. Así de simple. No me desanimo porque tengo muchísima resistencia a la frustración, y porque creo que, cuando al fin me vuelva experta en ochos, éstos valdrán más que los de cualquier persona porque me costaron el triple de trabajo.
Me encanta ir al tango. Es justo el momento del día en que todo se me olvida, en que mi alma se despeja. Y unos ochos en mis pies necios y torpes no lo van a arruinar.
En fin, ya cuando me salgan escribiré aquí una entrada.
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En el CUM teníamos que cumplir con ocho créditos de actividades estéticas al año. Algunas veces dejaba de ir y al final del ciclo escolar necesitaba quedarme a todas las restantes para cubrirlos. Había obras de teatro, performances, compañías de danza, entre otras cosas. En una ocasión -ya no me acuerdo en qué año- necesitaba ir a todas las actividades restantes para que no me faltaran. Ya no podía darme el lujo de escoger, simplemente asistiría a las que me quedaran.
Se presentó una compañía de danza. Al lado mío estaba la presencia constante de mis años de preparatoriana, que también necesitaba acudir a todas las presentaciones restantes. Nos había tocado atrás, en la planta baja del auditorio, y para ver necesitaba buscar un huequito entre los brazos de quienes estaban adelante de mí.
Sólo lo encontré para la presentación del tango. De pronto vi a un hombre muy delgado y a una mujer gruesa bailar. Ella llevaba puesto un vestido azul, y unos tacones muy altos y delgados, con una cinta en medio. Eran muy vistosos, por eso alcancé a percibirlos (por eso y porque tengo muy buena vista). Él estaba vestido todo de negro y era más chaparrito que ella. Recuerdo que me pareció una pareja muy graciosa y que incluso me volteé con la presencia y le hice un comentario al respecto. Llegué al extremo de imaginarme que aquel par me haría reír...
Pero resultó lo contrario: me regalaron un número maravilloso. Mientras bailaban tango parecía que sus cuerpos estaban hechos el uno para el otro. Poco importaron sus diferencias físicas, al final el baile hizo que éstas parecieran aciertos. Cuando la pieza musical estaba por acabarse, la pasión se desbordaba por los poros de los bailarines y, por supuesto, por los míos. Ella terminó en el piso, boca abajo, dando una vuelta impresionante con el estómago. Lloré. Ya sé que lloro por todo, pero este llanto era el llanto que solamente las bellas artes provocan: el llanto de sentirse completamente vivo, gracias a la experiencia estética. El llanto de sentir que yo era quien estaba en el piso dando una voltereta. Tenía un nudo en la garganta y estaba cansada de experimentar tantas sensaciones en tan corto espacio de tiempo. El bandoneón marcaba el latido de mi corazón, y los pasos de baile me despojaron de mí misma y me llevaron a otra dimensión.
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Y ahora, ahí estoy. Paso a paso, lentamente, aprendiendo a bailar. Resistiendo la frustración que me da no saber hacer ochos, y esperando ansiosa que algún día pueda experimentar todas esas sensaciones, con la ligera variante de que quiero pasar de espectadora a bailarina.
4 comentarios:
A echarle muchas ganas y claro cómo no, el que persevera alcanza, gracias por el comentario que me dejaste.
No manches jaja lo describiste tan bien q literal me dieron ganas d aprender tango jaja
ibamos en quinto de prepa.. como olvidar esa presentación y la conmoción que te causó. me acuerdo que te ví a la salida del crédito y seguias completamente en shock
Yo tampoco logro hacer los ochos, ni si quiera he dominado la caminata, jajaja.. pero la práctica hará el trabajo. Si, es hermoso el baile y yo también quiero ser parte este arte
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