Cuando era niña llevaba un diario. Cursilería de la infancia tal vez, pero yo era constante y en mis páginas de diario reflexionaba las reflexiones típicas de la edad, y algunas otras que yo creía eran muy avanzadas para cualquier niña como yo.
Después, cuando entré a preparatoria, las vivencias se quedaron en mi memoria, ya no en un diario. En quinto de prepa compré una agenda somera que llevaba por título en la portada “Memorandum”. La llevé y era feliz con ella. Porque solamente anotaba las palabras clave de los sucesos del día y eso bastaba para recordar. Las evocaciones me parecían sensacionales.
Cuando salí de quinto de preparatoria les pedí a algunos compañeros de clase que me hicieran el favor de firmar mi “agenda- memorandum”, por lo que además se convirtió en testimonio de que fui compañera de cierta gente a quien ya no veo ahora pero que me ayudaron a sobrellevar el verdaderamente difícil año por el que había atravesado.
Escribo esto porque en el memorandum hay algunas fechas significativas que vinieron a mi mente hace un par de días…
Ahora hablaré sobre las coincidencias: simultáneamente con el desarrollo de mi edad y de mis diarios mi creencia en las coincidencias aumentó a medida que la convicción en el destino y en otras cosas sobrenaturales disminuía. Pero fue a raíz de La insoportable levedad del ser que me decidí a prestarle más atención a las coincidencias y a apreciar entrañablemente a la gente que conozco, a los sucesos de mi vida, porque todos fueron, son, y seguirán siendo producto de todas las decisiones tomadas convertidas en casualidades concatenadas.
Hace algunos días iba en el metro –mi único compañero cuando viajo de regreso a casa y el depositario verdadero de mis reflexiones- y un “merolico” entró al vagón donde yo estaba para vender una agenda. A pesar de mi dispersión volteé y me sorprendí al ver que era el mismo modelo –a excepción de que la pasta es negra- que mi memorandum de antaño.
Pero no tenía dinero y no lo compré. Ciertamente sentí pesar. Había buscado ese modelo por mucho tiempo y no lo había encontrado, y cuando al fin lo volvía a ver me había terminado mi dinero y no tenía diez pesos para comprarlo. Quienes viajen en metro sabrán que lo que se vende una vez difícilmente se vuelve a encontrar. Así que donde se une mi narración sobre las concidencias y mi memorandum es ésta: a pesar de que uno difícilmente encuentra el mismo producto dos veces, yo lo encontré. El miércoles había quedado de verme con Mario en la escuela a las 10:30 pero desperté a las 10:00 de la mañana. Iba saliendo de mi casa alrededor de las 10:40.
Entonces, a la mitad de mi camino por el metro un hombre –distinto al de hacía unos días- entró y comenzó a ofrecer los dichosos “memorandums”. Mis ojos se iluminaron –jajajaja seguro para muchos es una nimiedad- y me apresuré a sacar el dinero y comprarlo.
Lo curioso es que he estado pensando en uno de los sucesos de quinto de prepa que están marcados en mi memorandum anterior y que regresa con el relato reciente de una amiga mía. En el memorandum anterior vienen muchas narraciones, situaciones, decisiones que seguramente se convertirán –o ya se convirtieron- en casualidades concatenadas que repercutirán en las narraciones de mi nuevo memorandum.
1 comentarios:
Me gusto mucho q hables de las coincidencias porque en efecto charbs todo lo que se va cruzando en tu camino tiene un porque y una funcion, aparte de q tu atraes con la mente varios factores.
me ecanta tu blog
Publicar un comentario