miércoles, 1 de octubre de 2008

La odisea en el Centro

De verdad, el Centro Histórico de la ciudad de México es mágico, majestuoso, interesante.

Sus calles están plagadas de diversidad, de humor, y de gente que, ignorante, camina entre los edificios de muchas épocas distintas.


A este collage acudí hoy para desahogar mi enojo del día. Primero fui a la Zona Rosa (ya después narraré por qué), y como mi molestia no disminuía abordé un camión en Reforma. Me bajé en Avenida Juárez y ahí comenzó la travesía. Estaba caminando por la Alameda y de pronto me tropecé con un argentino.

- ¿Me permitís un minuto?

Yo lo miré dubitativa.

- No, no, mirá, menos, 35 segundos.

Me detuve por completo. Me dio su tubo de pulseras y me dijo: "Imaginate que ves cómo cae una estrella fugaz. ¿Vale? Ahora, a las estrellas fugaces les pides deseos ¿Cierto? Pues mirá, esto no es una estrella fugaz"-y abrió la mano,me enseñó un anillo que acababa de hacer con un trozo de metal maleable (no sé cómo se llama) que tenía forma de estrella y que acababa con una espiral emulando la cola de la estrella fugaz. Entonces me tomó la mano, y prosiguió, poniéndome el anillo: "ahora, yo te voy a poner el anillo y tú pides un deseo, ¿vale? Pero no puede ser algo material, tiene que ser algo espiritual o emocional, ¿Estamos?" Yo asentí.

- Ya.

Y me colocó el anillo en el dedo anular.

Por supuesto, el hombre argentino lo hizo para venderme algún accesorio de los que traía. Su idea me dejó tan maravillada, y era tan bueno haciéndolo, que le compré unos aretes. Después se despidió de mí y me besó la mejilla.

No avancé mucho antes de que una mujer, que seguro había visto todo el truco y lo fácil que soy de enredar, me preguntara si me podía hacer una encuesta sobre bancos. Accedí. Nos sentamos en una banca de la Alameda y comenzó la encuesta. No sé cuánto habrá durado. Sólo sé que fui completamente franca y que me grabaron, así que posiblemente nunca me den crédito para nada.

Seguí mi camino. Pasé frente a Bellas Artes, junto al exconvento de San Francisco, por la calle de Gante...


La calle de Gante es maravillosa. Con su variedad de restaurantes, de mimos, de religiones (en la calle de Gante está una iglesia metodista) y de nacionalidades, Gante se convierte en una opción maravillosa para pasar la tarde.



Después fui a 16 de septiembre, entré a la pastelería La Ideal a ver a la gente comprar pan. Me tranquiliza muchísimo ver a todos convivir, escoger el pan que venderán en las calles o que llevan para sus casas y comparten con su familia. Me sentía yo en medio, mi tiempo se detenía para detenerme a observar el tiempo de los demás y lo extraordinario que existe en las actividades cotidianas.

En fin, seguí caminando.

Caminé y caminé hasta llegar al Zócalo. Después a la calle de Moneda, donde la gente estaba aglomerada porque están cerrados los accesos a la calle de Palacio Nacional. Y después a Pino Suárez.

En una tarde fui turista en mi propia ciudad. Al final del día, el enojo me llevó a tomar una buena decisión: a volverme a enamorar del país en el que vivo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es que yo también le compraría algo al argentino, la pura experiencia lo valía.

¡Y el pan dulce! Insisto en que un día no debería comer lo saludable para que ese huequito en la panza lo ocupen un par de piezas extra de pan dulce n_n'

Más Zócalo y menos Masaryk para la próxima, ¿o qué opina usted señorita administradora del blog?

Charb dijo...

Sí estoy de acuerdo, más Zócalo. Tú dices cuándo Usagi

sanelia collins dijo...

México es el lugar más bello del mundo.. Eso seguro. Me tiene enamorada a mi que soy africana y vengo de muy lejos... Que viva México!!.