Esta historia me sabe a una clase de tiempo cíclico y no lineal. A partes contradictorias, y a descubrimientos inéditos y a espíritus desgastados de forcejear. Me sabe a un punto final que se confunde entre suspensivos, pero que debería ser uno y ya.
Y ya. Estos dos monosílabos marcan esa historia: el encuentro de segundos, dos frases cruzadas y ya. Un martes en clase de francés y ya. Un amigo en común y ya. La muerte que nos unió y ya. La pelea y ya. Ocho meses de distanciamiento y ya. Y ya. Y ya. Y ya.
Contarlo necesariamente termina con y ya. El punto final disfrazado en y ya, que da paso a los cuestionamientos ajenos y propios, sin terminar de definir y ya.
Dos años y ya. Punto final. Y ya. Y ya. Y ya. Y ya. Y ya te quise. Y ya te quiero. Te quiero diferente. Pero te quiero. Te quiero y ya.
Te extraño y ya (aquí el y ya significa que no hago nada por remediarlo). Me extrañas y ya (aquí significa que no haces nada, y cuando haces no entiendo). Me quieres y ya (aquí es que nunca supe cómo y que no me lo aclaraste y que cuando lo hiciste las palabras eran contradicciones y ya). Te busco y ya (a pesar de todo, te busco en los demás y no te encuentro). Me huyes y ya (me encuentras, aunque no lo desees). Y todo es círculo en vez de línea. Y ya.
Un cuento determinado por “y ya”. Y ya al principio. Y ya al final.
Y ya...
1 comentarios:
Me encanta como escribes. Desde siempre he encontrado tu estilo delicioso.
A veces me ha faltado decir y ya.
Publicar un comentario