lunes, 4 de mayo de 2009

PP

Ella es Jane Bennet. Una mujer completamente dulce, sensible, inteligente y real. No, no. Quizá deba borrar esta línea y empezar de nuevo. Se llama Jessica Oliva. J y J. Y una J más si hablamos de Jane Austen.

Tiene el espíritu completamente libre. Tan libre que dedica gran cantidad de tiempo en analizarse y en analizar su entorno, para asumir las responsabilidades que la libertad le dicta. Quiero tomar una frase, que quizá ella recuerde, para describirla: "No hay ningún término enteramente verificable en el marco de lo real que pueda describirte fidedignamente". Sin embargo, creo que el término "maravillosa", a falta de uno mejor, se acerca a lo que quiero expresar sobre ella.

Durante mucho tiempo nuestra amistad estuvo estancada. Nos llevábamos bien, me contagiaba de buen humor, pero la amistad no despuntaba. Fue hasta hace un año y medio, quizá dos, que empezó a cobrar fuerza. Una fuerza impresionante. Una fuerza qu creció gradualmente, casi de manera imperceptible, hasta llegar al punto de clímax, ahora, en el que espero que permanezca por mucho tiempo más.

Hasta este mes sentimental no me había dado cuenta de la importancia de que las relaciones se mantengan frescas. En varias entradas he escrito la palabra, y aquí la pongo una vez más. Ser amiga de Penny -como le decimos de cariño- me trae mucha frescura. Es como si mi vida estuviera seca y ella fuera una gran hoja de menta que ha llegado a refrescarla.

Hablar de ella necesariamente implica recurrir a términos cercanos. Si hablo de que me siento privilegiada de que me haya favorecido con su amistad, el término privilegiada tendría que ser elevado exponencialmente para que pudiera ilustrar mis sentimientos. Es sencillamente espectacular. Recuerdo que lo pensé por primera vez en el primer cumpleaños que pasé en la universidad. Algún momento de conversación y lo irradió.

Quiero preguntarle a sus papás cómo se hace una niña tan dulce. ¿Hay alguna fórmula distinta? ¿Alguna clase de azúcar que se mezcle con el cuerpo para que le llegue al alma? ¿O a lo mejor azúcar en el alma y en el cuerpo?

Es una persona excepcional. En sus ojos se vislumbra transparencia, en su personalidad el equilibrio perfecto entre virtudes y defectos. Eso es lo que la hace perfecta, justo esa mezcla tan aplanada de dos términos aparentemente antitéticos, pero que en ella se comprueban interdependientes, complementarios, positivos al final.

Es muy fácil quererla. A medida que uno la conoce más y más y se da cuenta del laberinto que existe en su cabeza, se va convirtiendo en imán gigantesco.

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