After Dark es la novela más reciente de Haruki Murakami, escritor japonés de la posguerra reconocido mundialmente por la profundidad de sus obras, que a la vez se han convertido en best sellers.

Murakami tomó el nombre de la novela de una canción de jazz llamada Five Spot After Dark , tal como lo ha hecho en otras ocasiones. La presencia de gatos, de personajes cotidianos solitarios y en busca de sentido, la noche como ambiente principal en el que se desenvuelven los protagonistas y mujeres acomplejadas llenan la obra del nipón, y esta no es la excepción.

Publicada en Japón en 2004, y editada para México en 2008, After Dark nos narra la noche (de las 11:56pm a las 6:52am del día siguiente, marcados por un reloj al inicio de cada capítulo) que transcurre distinta para cada uno de los personajes. Es justo en esta noche donde los caminos de estos personajes se entrelazan. Mari Asai, un mujer de apenas 19 años, ha perdido el tren para regresar a casa. Poco antes de la media noche se encuentra en Denny’s, donde ha decidido quedarse hasta el alba. Entonces entra un joven estudiante de Derecho, Takahashi, que conoció a Mari dos años atrás, cuando Eri, hermana mayor de ésta, la llevó a una cita doble. Él la reconoce y se sienta con ella. Conversan un rato. Takahashi se retira porque ensayará por última vez con el grupo musical en el que toca el trombón, pero promete regresar. Posteriormente, por recomendación de Takahashi, la encargada de un love-ho busca a Mari para que le ayude a entenderse con una prostituta china que fue golpeada por un cliente. Simultáneamente, Eri Asai duerme apasiblemente en su cama. La joven modelo se ve más bella que nunca, pero de pronto se encuentra en una realidad alterna.

Gracias a la narrativa de Murakami, el lector parece el testigo óptico de lo que sucede en cada secuencia representada como capítulo. Como un guión, el libro no describe nada más que acciones y diálogos. Paradójicamente, las acciones son pocas y, en apariencia, irrelevantes: gente que come, que camina hacia el parque, que toca un solo para trombón, que duerme. La mayoría es mímesis inteligente (como en otros personajes de obras de Murakami) y que contiene un sentido distinto al del contexto de la conversación.

Los diálogos son también muy explicativos. Murakami los emplea como recurso para resolver situaciones que no quedan del todo claras. Situaciones que habrían dado para más y que, de buenas a primeras, corta de tajo (me refiero en particular a la situación de Eri Asai, que está dormida y de pronto despierta en un mundo alterno. En un sueño es comprensible, porque los sueños carecen de lógica. Sin embargo, en la narrativa nunca queda claro que Eri Asai esté soñando y que la cámara a través de la que nosotros observamos la escena haya capturado la experiencia onírica de la joven).
Al parecer estos personajes tan cotidianos y tan universales representan la decadencia de la humanidad: el miedo, la falta de instrospección, el excesivo cuidado por materias nimias, el deseo de escapar, el individualismo… Antes bien, Murakami reivindica a la humanidad en un final con intenciones de esperanza.

Esta novela está llena de intenciones inconclusas. A lo largo de los capítulos parece elevarse, pero únicamente para regresar en caída libre. No se mantiene. No resuelve, sólo sugiere, y estas sugerencias no son los suficientemente fuertes o lo suficientemente sutiles como para que el lector pueda pensar que se cumplió el objetivo. Nos quedamos en medio. Suspendidos y con muchas interrogantes con respecto a la narración, en vez de las interrogantes sobre la vida que permanecen cuando se ha leído una buena obra sobre el sentido de la existencia.

La obra de Murakami se desinfla. Estos personajes solitarios, cuyos caminos se cruzan para los ojos del lector más claramente que para los de los propios personajes, encuentran una tregua al final del camino (es decir, cuando acaba la novela). Con el alba viene la nueva esperanza para los que la piden, y el adormecimiento para los que no saben vivir más que de noche. Es lo que pretende, ser una alegoría de la esperanza. ¿Lo logró?

Charbelí