jueves, 13 de septiembre de 2012

Permita el libre cierre de puertas...

No porque el metro cueste tres pesos, hay que aguantar los empujones, malos tratos e ineficiencia del sistema de transporte colectivo. De entrada, aunque cada boleto se venda en esa cantidad, lo cierto es que nuestros impuestos pagan el subsidio. Así que podemos exigir.

Hoy llegué a Copilco a las 8:30 pm, sin embargo, el servicio era lentísimo. Abordé el metro minutos después, porque me sentía muy cansada y preferí esperar a que llegara otro carro con lugares vacíos. Después, llegar de una estación a otra fue un martirio: más lento cada vez. Minutos de espera en cada andén, calor en el vagón... terrible. Tuiteé que la línea 3 venía lentísima y, por respuesta, recibí:



Por supuesto, mi respuesta no se hizo esperar: a respuestas absurdas como "permitan el libre cierre de puertas", respuestas absurdas como "Yo les aviso, gracias."

Cuando llegué al transborde, en Balderas, no me fue mucho mejor. Entre los granaderos que, si bien tienen derecho a transportarse, estaban todos en los vagones para mujeres, la falta de respeto de los usuarios de género masculino que, ante el letrero profesionalísimo de "Solo Damas" (escrito con marcador indeleble sobre el papel de las bolsas que dan en las panaderías), y la cantidad de gente que esperaba, tuve que dejar pasar tres carros.  El video muestra cuánto tiempo se tardó el metro en arrancar.



Finalmente, logré entrar. En Pino Suárez una marabunta de personas abordó el vagón, incluido uno de esos vendedores ambulantes que "no está coludido con las autoridades", pero que se siente intocable y cínicamente carga sus herramientas de trabajo: bocinas en la espalda, discman en mano izquierda y niño en la derecha. Empezó a pasar salsas, cumbias, pop, covers, de todo un poco para la fiesta. En San Lázaro una señora –mal hecho– decidió que era más fácil empujar a sus prójimos en lugar de pedir permiso para pasar y, accidentalmente, empujó al niño que venía con el ambulante. El señor con el caparazón tecnológico le gritó groserías y no solo eso, sino que la fue a buscar para continuarla insultando y "a lo mejor le pegó", de acuerdo con una señora que alcanzó a ver más que yo... ¡Vaya ejemplo que le está dando al niño!

Antes de llegar a mi destino, un tipo gigantesco forcejeó conmigo a ver quién se formaba primero para bajar. Volteé a verlo y le dije "Señor, los dos bajamos en la misma estación" y se tranquilizó. Aun así, él bajó primero.

Ojalá todo eso se resolviera con el libre cierre de puertas. Ojalá no fuera un problema de logística del personal que maneja el metro, del desorden, de que pasan tres carros seguidos y luego el siguiente tarda quince minutos... y mientras, que nos traten como reces. Mientras que la impunidad reine, que el que está cometiendo actos ilegales pueda correr a insultar a una persona, que los vagones vayan tan llenos que la gente empuje porque "sale más rápido". Mientras el transporte sea infrahumano, me queda claro que el cierre libre de puertas no será la solución... y que es, por el contrario, una utopía.

0 comentarios: