sábado, 6 de julio de 2013

Bálsamos

De nuevo a buscar luz en donde todo parece oscuridad.  ¿La ventaja? Cualquier rayito contrasta con la negrura del espacio y da esperanza.

Me estoy volviendo loca, me digo a diario. Pero últimamente las distracciones son tantas y tan cuerdas, que me permiten olvidar el inevitable punzón que me penetra incansable.

Los rayos son, por ejemplo, la creación. Esa concesión que el universo le da a algunos seres entre los cuales yo me cuento. Soy afortunada de que el cosmos me deje jugar a que creo. Y he creado: en el trabajo, como entretenimiento, en Facebook, todo el tiempo estoy creando historias: de dos renglones, de cinco, de varias cuartillas, todo el tiempo estoy pensando en qué decir porque no puedo decir lo mío. Seguramente se lee entre líneas o, en ocasiones como esta, lo plasmo en este espacio de dos punto cero.

A veces, la ansiedad regresa y hace temblar mi interior como si tuviera mal de Parkinson. Esta semana volví a tener uno de esos episodios que no le deseo a nadie, uno de esos de destrucción. No obstante, tal vez sea cierto eso que dicen: hay que destruir para crear. Una estrella se destruye y crea tantas cosas. Un ser se destruye para reproducirse y crea otros seres más. Se divide.

Tal vez esa es mi naturaleza. Yo, que soy una nómada espiritual y busco incansablemente un lugar donde estar. Quizá nunca lo encuentre y lo que tengo que hacer es, precisamente, dejar de buscar, dejar de añorarlo. Quizá tengo que destruir, pero no ser antropófaga de mis propios órganos, de mi propia piel.

Sí. He llegado a estas conclusiones, que por el momento me dan paz, gracias a que he creado después de haberme hecho pedazos. ¿Para qué echarle la culpa a los demás si lo que he aprendido en estos últimos tiempos es que todos somos pasajeros en un tren y que, por largo que el camino sea, eventualmente nos bajamos?

De pronto me cansé de luchar porque la humanidad sepa que valgo. De pronto me cansé de la gente, del mundo, de la sociedad en la que vivo. De todas las sociedades. De pronto lo que ansío es un buen libro, una buena herramienta para escribir y echarme, como hace mi perrita, a limpiarme las heridas. Es como si hubiera librado una batalla tan grande dentro de mí que, ahora, no queda más que contabilizar las bajas, y limpiar los escombros. ¡Cuántos recuerdos removeré en el proceso de purificación! No pinta para que los 27 pasen fácilmente, ni tampoco para que pasen en compañía. 

La compañía, aunque siempre la agradezco mucho, puede ser un lastre. Después uno exige porque no la tiene, y luego los otros no entienden el dolor cuando no la brindan. Así que, gracias a los que han estado como han podido, y a los que no, hasta nunca. 

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