sábado, 24 de enero de 2015

Incendio en seco

Parece que la espalda se ha cansado de sostenerme. Ni porque le quité kilos de encima, ni porque, de las incongruencias médicas, he procurado seguirlas todas.

Me clava un no rotundo en la piel con angustia. En el costado izquierdo, en la zona lumbar, en la pierna. "Camine un poco, pero no se mueva" parece la instrucción más incongruente, pero en este cuerpo que de pronto me sabe a papel quemado, resulta una indicación que viene muy bien.

Por primera vez en días, creí que está lumbalgia cedía un poco. Creí que, al fin, la salud por la que he luchado desde el abandono de la obesidad mórbida estaba regresando. Sólo que no. Mi cuerpo y la vida me hicieron notar que no estoy lista. No estoy lista para andar mi camino de regreso al mundo, ni con bastón ni sin él.

"Siete días de incapacidad", dijeron. Hoy, por un minuto, pareció que el doctor había exagerado. Me dio la impresión de que tal vez, sólo tal vez, podría buscar la forma de revocar mi sentencia de reposo obligatorio.

No. Una voz grave y profunda resuena en mi cuerpo. Una voz enojada. No. Un punzón. No. Contractura. ¡No! Y en el latigazo final, ya no puedo caminar un poco, sólo no me muevo; simplemente me quedo ahí, torturada, pero tranquila porque, después de un rato de tortura y aunque el dolor permanezca, mi espalda y yo encontramos tregua.

0 comentarios: