La vejez me da miedo. No como la antesala de la muerte, sino que me da miedo por sí misma. Me da miedo despertarme un día y darme cuenta de que no tengo nada más que hacer que recordar. Me da miedo que mis manías se exacerben y, peor aún, que adquiera unas nuevas.
Me da miedo que la rutina se estanque en mis últimos días. Levantarme a la misma hora, bañarme a la misma hora, desayunar a la misma hora, dormir a la misma hora, hacer las mismas actividades diariamente, verme en el espejo y entender al fin cómo funciona el tiempo, porque ya para entonces habrá dejado huellas imborrables en mi cuerpo.
Tengo miedo de añorar la juventud. De observarme por breves lapsos como la adolescente que fui, solamente para decepcionarme de la senectud. No quiero arrugarme como pasita y poner como primer lugar de mi jerarquía cobrar mi pensión cada inicio de mes.
¿Seré feliz cuando envejezca? La verdad es que sí me gustaría cuidar de mis nietos, terminar de hacer las cosas que me propuse en la vida y después morir tranquila en una noche cualquiera. Así, tranquila, sin saberlo, para que no me duela.
1 comentarios:
Siiii, morir tranquilo, eso es lo que quisiera (mos) mucha gente...
Ojalá y a muchos nos toque así.
Disfrutar mucho, vivir sin arrepentimientos, conocer, etc, etc, etc.
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