Cuando pienso en el calor que pega últimamente quisiera tener piel desprendible, y huesos con aire acondicionado propio, con células que desprendieran aire gélido para refrescarme. Ninguna prenda es suficientemente refrescante, porque debajo de la ropa está la piel, y debajo de la piel los músculos, muchos recubrimientos para mi consciencia, que también siente esta clase de calor completamente molesto.
Aún en la madrugada siento calor. La imagen del sol entrando por la ventana es maravillosa, pero de pronto se combina con el cuerpo pegajoso y sudado y la idea de los primeros rayos acariciando la alcoba me provoca bochorno.
Amo el frío. El viento que sopla en otoño, también lo amo. Pero de pronto parece que solamente es un recuerdo en este mundo afectado por los cambios climáticos, tocado por la mano de esta especie a la que pertenezco, y a la que el universo ha castigado como mensaje de que no somos tan poderosos como pensamos.
Y mientras siento que el calor me deshace.
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