domingo, 19 de agosto de 2007

A mi lector(a) anónimo...

Supongo que nunca. Nunca deja de existir la resonancia de una buena época, el capítulo terminado que a uno le ha gustado mucho y procura releer esperando que tenga un final distinto. La búsqueda de algún hilo con el que pueda coserse una nueva historia, sin que el orgullo ni la dignidad se vean afectados por nuestros deseos insensatos.

Supongo que nunca. Porque aunque lleguen nuevas experiencias uno siempre las compara, sobre todo si las anteriores sabían a descanso y eternidad, por más efímeras que fueran. Porque de pronto llega con la sobriedad del tiempo la desesperación lastimera y añorante, y uno se acuerda de lo que hubo y ya no está.

Supongo que nunca. Porque a veces el dolor se esconde pero en el llanto ajeno él (el dolor), irrespetuoso del nuevo mal que aqueja, se cuela entre las lágrimas y activa la memoria, de tal manera que uno llora por una cosa al principio, y al final por otra. Por lo mismo por lo que ha llorado durante tanto tiempo.

Supongo que nunca. Pero con las decisiones venideras el dolor se amaga. Uno se distrae y lo atraen otras aventuras, otras personas, otras experiencias distintas. Uno se acostumbra a vivir con ello. Aprende a tener paciencia al tiempo. Se cuestiona estupideces, o cosas más profundas que le den pistas...

¿Cuándo va a dejar de dolerte? Supongo que nunca. Pero también el dolor puede ser sólo un mal recuerdo.

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