jueves, 10 de abril de 2008

Aunque parecería que soy menos discreta con mis cosas, la realidad es que no. Tengo un pequeño grupo selecto a quien le cuento mis cosas personales. Lo recientemente ocurrido lo saben extraordinariamente pocas personas, de las cuales he recibido diferentes opiniones.

Ayer hablé con uno de los miembros de ese pequeño grupo, y me dio un punto de vista interesante: me dijo que simplemente no lo he dejado ir. Llevo seis años sin superarlo y sin dejarlo ir, y no soy la única en esta situación. La otra persona tampoco me deja ir. Se portó grosero, hostil, dispuesto a todo por humillarme, porque sigue lastimado...

pero eso es irrelevante. Finalmente yo sólo puedo hablar de mí porque no sé cuáles son los pensamientos ajenos. Yo soy la que tiene decidirse a dejarlo ir.

Esto se ha instalado en mis pensamientos y, ahorita, ni siquiera me deja dormir. ¿Cómo lo saco de mi vida? ¿Cómo dejo de darle la bienvenida?

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