sábado, 3 de mayo de 2008

Caminar por el Centro a las 5:30 de la mañana puede no ser la decisión más cuerda, y sin embargo nunca me había sentido tan libre y segura en México como me sentí ese día.

No era la compañía, ni el alumbrado, ni siquiera la majestuosidad de los edificios que enmarcan las calles en la oscuridad de la madrugada, era sólo una sensación de paz que hacía mucho no me embargaba.

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