martes, 29 de julio de 2008

Hoy es uno de esos días que quisiera borrar de mi memoria. Que sólo pueden terminar con el llanto derramado, llanto que combina frustración, impotencia, vergüenza, coraje e insatisfacción.

Eso combina mi llanto hoy. Me siento tan frustrada, tan avergonzada, y tan enojada de sentirme avergonzada... hoy me trataron como pendeja, como delincuente, y llegó un momento en el que me sentí pendeja y delincuente... que fue lo peor del caso.

¿Qué pasó? En el fin de semana sacaron la cámara del cajón que está en mi cubículo. Yo soy responsable de esa cámara. Y me la robaron. Mi primera reacción fue no creerlo y esperar que alguien la hubiera tomado sin mi consentimiento, pero la regresara o me avisara que la tenía. Pero no. La cámara desapareció. ¡Kabum! ¡No está!

Hoy le dijimos a la jefa, y su reacción fue enojarse y decir que era nuestra responsabilidad. Como si hubiéramos tenido la culpa de que un pinche ladrón la agarrara.

Después de eso hablé a seguridad y me cagaron por teléfono: en pocas palabras me dijeron que no creían mi historia y me alzaron la voz por el teléfono, y cuando me volteé a preguntar algo me dijeron que seguro mi historia era inventada puesto que tenía que preguntar.

En todo el día no pude pensar en otra cosa. Salvo que mi jefa no me hablaba del coraje, que los de seguridad habían dicho que irían a mi lugar para cerciorarse de que mi historia fuera correcta y que tenía que sacar el boletín electrónico antes de las 2 de la tarde.

El boletín electrónico salió mal. Tanto revisarlo para no darnos cuenta que decía: "Resultados de fin de año" y estamos en julio, o sea que debería haber dicho "resultados de medio año". Fue el pretexto perfecto para ser pendejeada por mi superior.

Y por si fuera poco, me topo con una mujer que se quejó de un mail que mandé, que fue incapaz de copiarme en la queja. Que no puso una queja justificada -porque si algo tengo en la vida es que acepto mis errores-, y que es una malmodienta y maleducada de lo peor, que ve a todos los demás como si fueran menos, cuando ella es incapaz de avisarle a alguien que lo va a despedir sino un día antes de que ya no tenga que presentarse a trabajar. Esa mujer me respondió el saludo forzado, como si me estuviera haciendo el favor de contestarme el saludo.

Incluso mis compañeros de trabajo me escriben Daniela en los mails, cuando tuvimos un día de presentación y no podrían mandarme mails si me buscan como Daniela y no como Danila.

Una empresa donde insistentemente hablan sobre la importancia en los detalles, y cuyos trabajadores son incapaces de aprenderse un nombre que no es difícil, y que incluso tiene una vocal menos que Daniela, que no es cacofónico como Dalila y que es más sencillo de memorizar que Dalia.

Lo que pasó hoy fue, en pocas palabras, que me sentí humillada.

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