domingo, 7 de septiembre de 2008

Limpieza profunda...

Durante mucho tiempo mi casa fue un lugar inhabitable. Rodeados de papeles, de libros maltratados y ropa regada, aquello parecía una trinchera que compartían cuatro soldados llamados familia.

En un departamento donde sólo uno de los cuatro habitantes es organizado, los demás nos las arreglábamos para encontrar nuestras camas para llegar a dormir por las noches. Un día, mi segunda habitación favorita, el estudio, apenas tenía un pequeño camino para poder andar en él, pues los objetos eran tantos y estaban tan desordenados que ocupaban ya la mayoría del piso. Ese día sentí que me asfixiaba en mi propia casa y comprendí la necesidad de arreglarlo.

Desde hace un mes, la señora que nos ayuda con las actividades domésticas viene también los domingos. Comenzamos, por supuesto, con el estudio. Es una maravilla, está tan ordenado que incluso escucho eco cuando hablamos. Además, le ha dado luminosidad a toda la casa. La dinámica es la siguiente: ella saca las cosas y yo las reviso para ver qué se queda y qué se tira. Es impresionante cómo guardamos tanta basura creyendo que forman parte de los recuerdos y que seguramente recurriremos a ella porque nos servirá en el futuro. No es cierto. Había muchos papeles que no sabía que tenía y que no me hicieron falta, aunque estoy segura de que los guardé por motivos sentimentales y pensando en el futuro. No son importantes. Al contrario, cuando se acumulan representan un lastre y agobian al grado de sentirse asfixiado en el refugio por excelencia: el hogar.

No pude evitar pensar que el pasado es igual: si uno se aferra demasiado a él comienza a sentirse incómodo en su propio cuerpo. Con su propio espíritu.

Paralela a la restauración de mi casa comencé a sentir que se me restauraba el alma. Ahora mi estudio representa la tranquilidad que me ha invadido y que me ha motivado a hacer cosas por mi bienestar. Arreglar la casa es una de ellas.

Al final de cuentas, quiero que mis invitados se sientan gustosos de entrar a mi casa, como una metáfora de que están en mi vida.

1 comentarios:

penny dijo...

Me gustó mucho esta entrada! Es muy cierto que hay cosas del pasado que tenemos que tirar al final, porque definitivamente, como pudimos ver con el paso del tiempo, no nos sirvieron de nada y solamente estorbaron... :)