Hace ya más de año y medio conocí a quien me torturó por año y medio. Quizá el verbo torturar tenga un significado mucho más fuerte del que busco, sin embargo así lo dejaré.
Me engañó. Para ser honesta la primera vez que hablé con ella me engatusó. Creí que era una persona amable. Su tono de voz dulce y amable y sus eses marcadas me prendaron al principio. Sí, quería trabajar con ella porque la creí abierta y alegre. Me auguraba una gran relación de trabajo. Sin embargo, como todas mis primeras impresiones, ésta fue errónea.
No pasó mucho tiempo sin que aquella mujer apacible cambiara de máscara. O, mejor dicho, que se la quitara. Y cuando le vi el verdadero rostro su voz me pareció la de una anciana amargada. Cuando le vi el rostro sólo encontré verrugas grandes, que seguro son las marcas de la gente a la que ha maltratado. De pronto toda la gente empezó a platicarnos anécdotas donde ella era el verdadero minotauro situado en el laberinto -en este caso, su oficina-, buscando a quien matar para alimentarse.
En este caso, las víctimas enviadas para sacrificio fuimos mi compañero y yo. Aquel minotauro de caderas prominentes y mandíbula salida se alimentó de nuestras capacidades por alrededor de año y medio y, como las bestias no piensan, ella no pensó en reconocernos, en luchar porque nos quedáramos, como otros habían hecho con sus muchachos.
Para ella era inconcebible, así como es inconcebible que el novio te deje por una más fea, que nosotros dos fuéramos más inteligentes que ella. Que hubiéramos marcado el camino con un hilo para saber por dónde escapar del laberinto. Para ella, el laberinto era su hogar, y no salía de él porque no le interesaba encontrar no distinto. No tendría colmillos para destrozar la carne de las víctimas en otros lugares.
Pero, le guste al minotauro o no, marcamos camino. Dejamos huella, esas huellas imborrables que solamente quienes pisan fuerte dejan. Y el minotauro se debilita cada día más, porque la carne que consume ahora es de poca calidad. De la peor calidad. Así como ella, un verdadero castigo.
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