Terminé agotada la semana corriente. Es la primera vez que trabajo de tiempo completo y, definitivamente, es agotador. Soy hiperactiva, y necesito hacer más que estar sentada en mi computadora, así que he comido en exceso.
El viernes, entonces, salí con deseos de ir a casa, mirar mi cama y refugiarme en ella y en el sueño. Pero no. Fui a comer con una amiga y con su hermana, y me la pasé muy bien. Se siente bien darme cuenta de que hemos crecido, de que nuestra amistad se conserva a pesar de que los temas iniciales que nos unieron ya no son los mismos. Me da gusto que encontráramos otros. Llegué a casa. Era temprano. Como las 5:30. Y ya tenía la invitación de otra amiga a tomar café. Vi un capítulo de mi novela y después llegó a recogerme. Tomamos café. Ella está triste. Problemas de corazón. Regresamos a mi casa. Escuchamos música. Conversamos más. La llevamos a su casa. La verdad sentí que fue un viernes como de primaria o secundaria. Y me encantó.
El sábado me levanté con mucho trabajo. Fui al taller de cuento (que ahora es cada dos semanas). Comenté los textos. Después me encontré con mi familia y fuimos a Coyoacán. Conversamos. Nos cambiamos de sede a Reforma, a la exposición de las culturas amigas. Regresamos a casa. Me arreglé. Fui a casa de Liz. Conversé con sus hermanas. Nos fuimos a la fiesta. Conversé con Liz. Fui muy sincera en la conversación. Ella dejó que yo fuera sincera. En un fin de semana perfecta no podía faltar un poco de llanto. Y efectivamente, derramé un poco con ella. Entonces llegamos a la fiesta. Parecía una fiesta de pubertad. Ahí estábamos con Penny, festejando la titulación de su novio. Fotos y fotos. Cerveza por aquí, por allá. Regresamos. Dormimos. Nos levantamos. A andar en bici. Fuimos al parque México por las bicicletas. A Liz y a mí se nos unió Maricela. Y entonces, a Reforma. Fuimos del cruce entre Insurgentes y Reforma al Museo de Antropología en bici. Encontramos ahí al comité restante. Éramos 14 personas. Por supuesto, me quedé rezagada. Casi me doy en la madre cuando cortábamos por Chapultepec. Casi le doy en la madre a dos personas. Me quedé rezagada. Pero fue maravilloso. Estar ahí, sola, andando por Reforma, con el sol quemándome la piel y el aire haciéndose presente de vez en cuando para refrescarnos. Me gustó. Nunca había recorrido tantos kilómetros en bici. Me sentía agotada, pero muy contenta. Luego llegamos al Centro Histórico. Y de ahí Roberto, el papá de un amigo, se quedó conmigo andando por el centro, y de ahí hasta llegar al Ángel. Se lo agradezco mucho. También fue una parte del recorrido que me encantó. Y entonces llegamos al Ángel. No había desayunado, así que cada vez pedaleaba con mayor dificultad. Estaba cansada. Insolada. Contenta. En la Glorieta del Ángel esperamos a que llegaran los demás que habían ido a entregar bicicletas y demás. Llegaron. Nos fuimos de regreso a entregar las bicis al parque México. Regresé a casa.
Después fui al teatro, un amigo me regaló boletos para ver Humánika y llevé a mi mamá y a Isaac. Sí me gustó. No es súper profunda ni nada por el estilo. Pero está linda. Hacen actos de magia. Yo parecía niña chiquita de tan sorprendida que estaba. Tampoco faltó el llanto cuando apareció en escena el poeta que perdió a su musa. Por supuesto. No he dormido mucho. Pero qué más da. La compañía y las actividades lo valen.
1 comentarios:
¡Qué bueno!...
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