viernes, 16 de abril de 2010

Chao en venta

El lunes pasado fui a comer con una de mis amigas y me contó que se vendió mi casa favorita en el mundo. De inmediato, mi rostro cambió. Mi cara, ¡puse una cara! Entre tristeza, incredulidad, nostalgia. Después recordé que pasé por ahí hacía un tiempo y vi el letrero. "¿y si es ese departamento?", pensé. Pero creí que sería imposible y se borró la idea de mi mente. Y resultó que no era tan imposible y que sí fue ése el que se vendió.

Ese lugar está lleno de recuerdos. Cosas buenas, malas, incluso alberga el momento más triste de mi vida. Cuánto lamenté no entrar más a ese lugar. Tocar la cocina, sentarme en el comedor antiquísimo, mirar a la perra a través del ventanal que daba al patio.

¡Cuántos recuerdos! De inmediato recordé la primera vez que entré ahí. El calor con el que me recibieron, los motivos por los que fui.

Y me fui de ahí tan mal... Tanto que no volví.

Si fuera millonaria habría comprado ese lugar. Casi fue como un santuario, así es que lo habría comprado y lo habría hecho mi estudio. Mi refugio.

Pero ya no está. Nunca más estará, y sólo quedan mis recuerdos de sus paredes, de su entrada, del pasillo, sólo eso.

0 comentarios: