viernes, 18 de febrero de 2011

un año de Sol

Mi sobrinita acaba de cumplir un año. El día que marcó su nacimiento fue el 13 de febrero. No sé cómo hacerle justicia. No sé cómo podré explicarle todo lo que me provoca y todo lo que me ha enseñado con sus apenas 12 meses de vida. Ha marcado estos 24 años que sostengo entre mis carnes y mi pensamiento. Toda ella es hermosa, es distinta, es genuina. Miro sus grandísimos ojos negros, enmarcados por sus pestañas largas, densas y chinas, y se refleja tanto asombro que siento que estoy redescubriendo el mundo a través de ella.

Parece que los colores primarios están todos contenidos en sus asombrosas pupilas azabaches. Que los rayos de sol se quedan cortos ante su sonrisa de dientes nacientes y que las mejores melodías salen de sus balbuceos dulces y armoniosos.

Sol me ha enseñado que existen más matices en el arcoiris. Quizá es porque ella nació que la naturaleza, arrobada y envidiosa de su inmensa belleza, decidió agotar sus recursos para igualar tan maravilloso ser humano. Y Sol lo ignora. Va por la vida sonriendo, llorando, viviendo y absorbiendo realidades a través de sus ojos soñadores y sus manos curiosas y su cabeza inteligente y necia.

Yo la amo. Amo su aroma a bebita y sus berrinches encantadores y sus piernitas y todo de ella. La amo. Algo me dice que mi sobrina será el gran amor de mi vida. Y bien valió la espera porque mi sobrina es lo mejor que nos ha pasado.

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