“Fue durante una de mis reflexiones cuando por fin le quité la máscara a la estrujante verdad: mi motor era el fetichismo…”
Toda esa gran verdad, Eduardo Montagner

Eduardo Montagner es uno de los escritores jóvenes mexicanos con mayor talento y originalidad en su narrativa. Con tan solo 35 años, cuenta con varios premios en véneto (lengua minoritaria de sus antepasados italianos que vinieron a México), así como la publicación de la novela que a continuación se reseña.

Toda esa gran verdad vale la pena desde la primera oración –”El disparate podría empezar precisando que los viernes siempre me han marcado, para bien o para mal.”–, hasta la última. La novela narra la obsesión de Carlo, habitante de un pueblo llamado Belmondo, que está obsesionado con Paolo y sus botas de hule negro, calzado que es empleado para realizar labores de establo.

Narrada por el propio Carlo, la novela nos lleva por los rincones más recónditos y oscuros de su alma, por los episodios más enterrados de su existencia, todo en torno a su fetiche con las botas de hule negro. Esas botas representan la virilidad añorada, no en el hombre al que “ama”, sino en él mismo. Esas botas sacan sus más profundas pasiones, es capaz de dejar de lado la moral, los principios, de olvidarse de sus amigos, de sus seres queridos, con tal de poseerlas.

A través de los ojos de Carlo conocemos a Lorena (su prima) y a Paolo (el dueño de las botas y su entrañable amigo). Conocemos el trinomio que conforman, los deseos inexpresados, las fantasías, sus realidades.

En su prosa, Eduardo Montagner hace una combinación casi perfecta entre el lenguaje coloquial de un adolescente y el habla culta, digna de un filósofo que se cuestiona el principio más relevante de la existencia humana: ¿quién soy?

El homoerotismo está presente a lo largo de la novela como un elemento que, si bien es muy importante, en el todo de la vida y crecimiento de Carlo se convierte en una parte más que lo convierte en un personaje que no decepcionará al lector.

Charbelí Ramos Chávez