jueves, 12 de julio de 2012

Instalando la TV

Sin duda, una de las ventajas que me ha dado el freelance es pasar más tiempo en casa. Eso implica compartir las horas en compañía de mi abuelo. En abril, Ilde cumplió ni más ni menos que ochenta años. Si bien arrastra los pies y ya camina jorobado, su tono de voz destila vitalidad y su cuerpo es una atalaya saludable y digna de la admiración de quienes lo conocen.

Antier, mi mamá le regaló una pantalla porque, al fin, después de un par de años de estar renuente a cambiar su televisión de imágenes descoloridas, dijo: "Creo que ya me hace falta otra tele". Ayer fue día de instalación.

Yo estaba resfriada y mi plan era bañarme, enfundarme en unos pants y acostarme. Sin embargo, cuando vi que necesitaba ayuda, mi día dio un giro.

Ahí estaba yo –que seguramente fui cargadora en otra vida–, ayudándole a mover el pesadísimo mueble de los aparatos de sonido e imágenes. Sacamos juntos la televisión vieja del hueco en el que estuvo como doce años. Luego intentamos sustituirla por la nueva pantalla widescreen, solo para darnos cuenta de que el mueble necesita una renovación porque los espacios ya no son cuadrados sino rectangulares. Decepcionado, le costaba pronunciar las palabras "es que no cabe, vamos a tener que devolverla", pero sus ojos volvieron a iluminarse cuando le dije, "¿y si ponemos la tele sobre el otro mueble y recorremos este?". Para desplazarlo, hubo que sacarle los DVD, VHS y acetatos que todavía hay en mi casa. Luego quitamos las estatuillas y, al final, hasta la lámpara y la bocina. Fue una faena. Mi abuelo rabiaba, luego se sentía contento y después maldecía.

Instalar la TV fue fácil; conectar las bocinas al búfer, no tanto. Al final, el amplificador y las bocinas no reaccionaron, a pesar de los veinte intentos que hicimos por conectar los cables correctamente.

Sin embargo, cuando terminó la jornada, a pesar de todas las veces que me regañó, de las sugerencias que rechazó y de los momentos desesperados en los que cayó, mi abuelo octagenario me dijo: "Ándale, 'Charalí', vámonos a dormir que mañana tenemos que seguir conectando las bocinas".

Me dio un vuelco el corazón de la emoción que sentí y me fui a dormir sonriendo. Su compañía es lo mejor de mi freelance.

1 comentarios:

Lourdes Chávez dijo...

No estuve ahí, pero me imaginé cada acción y al final se me escurrió una lágrima. ¡Qué maravilla tener la oportunidad de convivir así con tu abuelo! Lourdes