martes, 14 de agosto de 2012

La última y nos vamos

Mi consejo es, si no quieres que la gente se entere, es muy simple: no lo cuentes. Si crees que es muy delicado, pero no "puedes" guardártelo, pregúntate a quién podrás platicarle sin recordarle que no lo platique. Si la respuesta es que a nadie, no lo cuentes.

Ser incongruente debería representar una infracción digna de multa. No digas que no quieres que los demás se enteren si tú has sido el encargado de platicarlo. Si un amigo se da cuenta de que le mentiste, no inventes una mentira nueva para taparla, sobre todo si le has contado que le mentiste a alguien más, si te vio mentirle a alguien más.

Luego, la regla de oro: no inventes. Si vas a dar versiones distintas de un mismo acontecimiento, entonces no autorices a quienes tienen versiones distintas a hablar del mismo tema. Te sorprenderías de cuántas cosas puede uno enterarse sin preguntar.

Luego, cuando tu amigo te diga que no está no enojado, pero luego se rehúse a hablar contigo, es válido pensar que a lo mejor se enteró de algo más. Es un error creer ciegamente que ya habían hablado y es un voluble porque antes no estaba enojado y ahora sí. A lo mejor sí tiene razones. A lo mejor no solo se enteró de tus cuatro versiones distintas (dependiendo de la persona a la cual le platicaste), sino que escuchó cómo alguien le decía que lo llamaste chismoso, cuando quien difundió la información fuiste tú.

A lo mejor está decepcionado de tu actitud, del abandono, del canje de piedras preciosas por cuentas de vidrio. A lo mejor es más grave: ya no confía. O peor aún: ya no confía en ti. O más triste: ya no confía en tu palabra. ¿Y tú? Pues como que no te importa. Entonces que no te importe nunca. Deja de escribir en las redes sociales que eres quien nunca has sido para tomar unas riendas que jamás has tomado. Eso no es porque dañes a alguien, es porque, en serio, das pena ajena. Nadie te cree porque tú sabes que no es cierto. Si te valiera lo que otros piensen, no lo dirías. Deja de sentir culpa por no sentirla hacia los demás. Deja de sentir culpa por lo que no se debe, y comienza a reconocer y aceptar las consecuencias de la libertad, de los tropiezos. Aprende de esa amistad ya para entonces perdida, para que así no dejes ir a las demás.

Deja de hablar de tus intenciones, que cuando alguien está herido, lo de menos es si lo querían lastimar o no.

Deja de llamar amigo a quien no te importa. Si te importara, te inconformarías con el vaivén de información que te traen y que llevan.

Deja de justificarte. Tanta justificación acabó con la capacidad del otro de no juzgarte. Mataste la tolerancia y le abriste la puerta al juicio. De este lado del espejo yo te veo todos los defectos. Ya no necesito lo que tengas que decir y me queda claro que tú no quisiste decir nada. Si no preguntaste a tiempo, no esperes que el otro esté dispuesto. Que las cosas se arreglan hablando, no se diluyen en la memoria.

Esos son mis últimos consejos. Ya no somos amigas ni seremos. Yo con esta me despido.

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