lunes, 10 de agosto de 2015

Desesperanza

Soñé contigo. Que estabas en el aeropuerto y yo estaba ahí, también. Habías entrado ya a las salas de espera después del check-in y la revisión de las maletas. ¿Por qué estabas ahí? No lo sé. ¿Por qué no nos habíamos visto? No lo sé. Subí y bajé cientos de escaleras. El ritmo de las eléctricas no era lo suficientemente rápido, de manera que escalaba, de par en par. Una mujer policía se apiadó de mí y me dio acceso adonde estabas tú... pero, ¿dónde estabas? ¿En qué salida? Te llamé. ¿Dónde estás? Dime adónde debo caminar. "I am just about to board the plane", me contestabas. ¿Dónde estás? ¿Dónde? ¿Dónde?

Era un aeropuerto mucho más grande que la terminal 2 del mexicano. No nos entendíamos. Yo no sabía hablar el idioma con el que te dirigías a mí. ¿O sí? Me daba la impresión de que no querías verme, pero era ya muy tarde para preguntar qué querías tú. Si estaba ahí era por todo lo que yo quería, o lo que quise alguna vez. En medio de la marabunta de gente que estaba ese día, en mi sueño, en el aeropuerto, empecé a sollozar. ¿Será que no volveré a verte nunca?, pensé.

Y, con el mal sabor de esa certeza inundándome la boca a manera de saliva, desperté. 

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