Cuán inciertos son nuestros futuros, separados, juntos. Será porque el futuro en realidad no existe aunque trabajemos para alcanzarlo, por alcanzar una utopía, una ilusión que no sabemos si cabe o no en nuestras vidas.
Dentro de todo, me parece que la mejor forma de vivir una relación es aquella en la que las ambiciones de ambas partes son distintas. Cada uno anhela andar un camino –en mi caso, últimamente he perdido la brújula y no sé hacia dónde me dirijo, pero no desando mis pasos para caminar tu camino, sino que sigo sin rumbo fijo, intentando encontrarme mientras tu voz me orienta un poco, me tranquiliza–. Nuestros caminos, distintos, se han vuelto paralelos y espero que así continúen durante un tiempo que podría prolongarse. A veces, la ilusión óptica, las sombras que se reflejan en la vereda nos hacen creer que nos distanciamos, que no somos quienes somos, que tal vez no deberíamos seguir caminando uno de la mano del otro... Pero luego llega la sensatez y con la sensatez el sueño y, si la magia existe, es ahí donde sucede.
En el sueño. No importa cuántas y cuán distintas sean las habitaciones donde nos acomodamos, se vuelven mi hogar cuando duermo a tu lado. Últimamente, ese espacio funge como el único lugar en el cual me permito ser yo: contenta, triste, excitada, desnuda, con comportamientos poco calculados y con risas y gemidos sinceros. Ahí también, como en un hogar, hemos discutido. Ahí también hemos peleado. De ahí me he ido sin ti. Ahí cenamos. Ahí bebemos. Ahí fumamos. Ahí te veo las pecas y el lunar enorme en la espalda baja. Ahí duermo. Tú duermes a veces y otras te cuesta trabajo conciliar el sueño, pero yo siempre lo logro. Duermo con la certeza de que estoy segura, de que estoy en casa con un compañero de vida a quien escogí y que me escogió para seguir juntos hasta que el tiempo ya no nos lo permita. Cuatro paredes, ahora con más metros cuadrados de por medio, a veces con menos, son suficientes para sentirme tranquila y cómoda si estoy contigo.
Si me pidieran un ejemplo del significado del amor, hablaría de la paz que me transmite dormir contigo. De lo bien que se sienten tus abrazos y el olor de tu piel en reposo. De cómo podría quedarme ahí mucho tiempo, viendo tus chinos alborotados y tu nariz partida. Hablaría del hogar que, un par de noches por semana, tengo la fortuna de construir contigo.
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