El fin de semana pasado fue uno de los mejores de mi vida. Tuvo el equilibrio perfecto: familia y amistades. Un fin de semana en el que uno se prueba, se da cuenta de que puede llevar a cabo cualquier cosa, por insignificante o ridícula que parezca, y que en realidad posee un trasfondo que uno no se imaginaba. Me conocí mejor el fin de semana pasado. El viernes y el sábado rompí con mis propias barreras, en lugares y con personas completamente distintas. Me siento viva. Tan viva como nunca. Es un placer mirar mis casi 23 años de vida y darme cuenta de que los he disfrutado al máximo. Mirar atrás con melancolía, adelante con esperanza y ser feliz en el presente. Creo que nunca había pronunciado esas palabras con tanta convicción. Ser feliz. Antes, estúpidamente, me parecía que la felicidad era sólo para los tontos y para los ignorantes. Como si vivir en un estado permanente desolación fuera más "elevado", más intelectual. La tonta y la ignorante era yo. Ahmad Akif. Ésa era yo. A lo mejor mañana regreso a la agonía constante, sin embargo ahora tengo un parámetro. Soy feliz. Tengo salud, una familia que me adora y a la que adoro. Una madre maravillosa que se emociona con cada uno de mis triunfos, amigos que son parte de mi familia también. Esta profesión que, estoy segura, me llevará adonde quiero llegar.
Espero que todo marche viento en popa, pero si no, así también pasa en la felicidad
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