sábado, 20 de enero de 2007

Mary Love



Ayer vi a mi mejor amiga. Se llama María. María Corazón, Mary Love, María Amor. María Amor a quien conocí gracias a una maestra odiosa que la cambió de lugar adonde yo estaba cuando cursábamos quinto de prepa en los agridulces años que pasé en el CUM. Recuerdo que en esa época mi llanto era más común que en la actualidad, y María era la única que era considerada con ésta su servidora. En mi caso, la conexión fue inmediata. Creo que en el de ella también. Empezamos a desarrollar confianza casi desde el primer momento y después de algunos cambios y unos pocos años, aquí seguimos las dos, más crecidas, aunque cuando nos juntamos parecemos unas niñas contándonos nuestras travesuras.



María Amor es el hombro de esta incomprendida, de esta risueña, de esta persona multifacética. María Amor conoce mis más profundos pensamientos, aún aquellos que yo no me reconozco y que no se me notan en los ojos.

Es tan digna de mi cariño y de mi admiración que por eso publico su nombre, porque no creo que ella entienda el alcance de su amistad en mi vida, y porque ningún adjetivo podría describir mi agradecimiento.

La gente la confunde, cree que es aquello en lo que jamás se convertirá. Si uno supiera cuáles son sus ideas, cuáles sus planes… pero no, no lo saben, y yo puedo decir que tengo el privilegio de conocerlo y entenderlo.

En muchas situaciones, ella ha sido la única que me tiende la mano sin cuestionarme nada. Somos Candy y Annie, Serena y Luna. Es la persona en la que puedo confiar ciegamente, con la que puedo llorar, reír, simplemente estar en silencio. Puedo burlarme del mundo sabiendo que gente como ella lo hace mejor.

En fin, María Amor hace mejor mi mundo con su amistad y hoy, sin más, quería compartirlo con usted, mi queridísimo lector.

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