viernes, 29 de febrero de 2008

Las verdaderas dimensiones

Quiero pensar que no estoy muy enferma y que se me va a pasar pronto. Pero la verdad es que sí pega bastante llevar tres días sin poder hacer gran cosa en la vida. Así que hoy es viernes y aquí ando investigando sobre siameses conectados por la cabeza y sobre la vida de George Sand.

Hasta hoy hace unas horas, sólo un par de personas se habían preocupado realmente por mí. Dos personas fuera, por supuesto, de mi mamá y mi abuelo. Hoy recibí algunas llamadas, y me hicieron sentir un poco mejor.

En fin, el tiempo de soledad me ha dado, sin embargo, una tregua por inmovilidad: un cuento.

¿Cómo empezó? Estoy inscrita en una página llamada "Cadena de lectores de Alfaguara" y cada mes me mandan los avances, concursos, recomendaciones y lanzamientos de libros. Por el mes del "Amor y la Amistad", es decir febrero, el concurso es hacer un cuento del amor o de la amistad.

"¿Por qué no?", pensé, todos mis cuentos son de tragedias, desamor, coincidencias, ninguno de amor o de amistad.

Además, en el taller de cuento nos habían pedido hacer un ejercicio de imitación de manejo de tiempos del cuento "Una rosa para Emilia" de William Faulkner, a quien yo ya he leído en otras ocasiones.

Así, decidi emprender dos retos: el amor y el tiempo.

Estoy a punto de acabarlo, pero no sabía cómo darle un final. Es quizá el cuento más largo que he escrito en mi vida. No lo he pasado al procesador de textos, pero en mi cuaderno se ha llevado ya unas buenas hojas...

No sé si el final está bien. Ya lo tengo pensado. Está aquí, en mi cabeza, pero el final me perturba. Tal vez no quiero que haya final. Después pienso que qué más da qué final sea, es mi final, es mi historia, es mi cuento... pero me he esforzado demasiado como para que un cuento que me parece tan bueno tenga un final indigno y que lo arruine.

¡Carajo! El final me está costando mucho...

0 comentarios: