sábado, 19 de abril de 2008

Bloqueo

No hago nada por desbloquear mi mente para que me duela bien, y después del dolor pueda dejarlo ir. Mi mamá me trajo unas Doris. La marca de papas fritas que comía en la preparatoria. Unas Doris y una coca. Y como si mi mente lograra desviarse del objetivo por completo, aunque una parte de mí quisiera guiarlo a recordar la preparatoria en plenitud, no lo consigo.

Evado el tema. Aún en este momento en que lo escribo, el nombre se me cuela del recuerdo pero a pesar de eso no consigo decírmelo. Es una lucha interna que gana el bloqueo.

Pero es un bloqueo aparente. Porque escucho canciones tristes a propósito. Las canto fuerte para desahogarme y sin embargo no consigo llorar. A pesar de que esto es reciente -sucedió la primera semana de abril- y que hace no mucho estaba llorando al respecto, ahora no consigo derramar una sola lágrima.

Tampoco he gritado. Cuando empecé con este diario de dolor escribí que mi alma gritaba constantemente aunque yo estuviera en silencio. Permanece en un alarido constante que comienza a manifestarse en el estómago encogido y dolores de cabeza periódicos.

Pero no pienso en mi pasado. Y le conté a una amiga -la Ninfa- como si fuera un robot, como en automático. Y creo que dije su nombre pocas -tal vez ninguna- veces durante la narración.

Traerlo en estos momentos sería como abrir la caja de Pandora. Aunque sé que necesito pensar en lo que pasó para dejarlo ir, necesito reconocer que estos años me he culpado de algo que no podía saber, y que no puedo entender porque nunca me fue explicado. Todos esos años no fui suficiente porque no me sentí suficiente, pero también porque no era lo que él buscaba.

Él. Un él que me cambió la vida. Pero ahorita lo digo como se dice cualquier nimiedad. No me lo creo. Porque los recuerdos están ahí, enterrados por la evasión. En mi cabeza habita un fantasma de ideas que da vueltas pero que no me deja ordenar mis ideas para salir de aquí. Ese fantasma soy yo misma.

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