lunes, 16 de junio de 2008

Regresiones

Hoy salí de mi casa decidida a que necesito hacer algo por mi cuerpo, y ese algo me motivó a ir a clases de zumba...

o al menos yo creí que tomaría zumba. Llegué al lugar donde tomaré clases y en el horario de lunes a las 7pm la clase era de jazz. No sólo eso, sino que el instructor de la clase era el mismo con el que tomé jazz por primera vez en mi vida.

Tenía 13 o 14 años. Una amiga mía (Aimé) vivía cerca de mi casa y quería entrar a clases de jazz. "¿Por qué no vamos juntas?", me preguntó, y como yo no tenía mejor cosa que hacer accedí.

Entramos a la Acquatic Sport Center (no sé si así se escribe) que es como el Sport City de la Jardín Balbuena.

Cuando tenía esa edad Alejandro me impactaba: fornido, con la piel blanca como leche, bailaba precioso y tenía novia. Todo maravilloso. Me intimidaba muchísimo. Tenía un crush por él.

El tiempo pasó y me salí de jazz. Regresé a un par de clases y él -como esta vez- no me recordaba. Ahora han pasado ocho años desde esa vez. Ya no soy una niña ni una adolescente tímida. Tengo 22 años. Recién cumpliditos. Ya me gradué y trabajo.

Y sus rutinas son las mismas: el calentamiento tiene la misma música y los mismos pasos, y no me costó tanto trabajo porque ya me lo sabía desde hace muchos años. Sólo había que desenterrarlo de mi memoria.

Por mí, en cambio, sí ha pasado el tiempo. Sigo siendo flexible pero estoy como oxidada. Llevo mucho tiempo sin hacer ejercicio y necesito regresar. Ya no soy insegura como era en aquella época, al contrario. Y Alejandro ya no me provoca absolutamente nada.

As simple as that

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