jueves, 9 de abril de 2009

Aaaaaiiiiimmmmmeeeeeeeeeeeeeee

Dicen que los amigos son la familia que uno escoge. Pues bien, estoy de acuerdo. Estoy de acuerdo con que, muchas veces, esa familia elegida sabe mucho más de nosotros que aquellos que nos criaron y nos trajeron al mundo. Es más sencillo conocerlos y dejar que nos conozcan. No sé si se debe justamente a esa decisión, o a la afinidad de nuestras personalidades, o tal vez a la época en la que nacimos. Pero así es.

Ella es miembro de mi familia desde hace muchos años. Nos conocimos porque su hermana iba en el transporte escolar conmigo, y luego me invitó a la fiesta de cumpleaños de la menor, Aimé. Nos caímos mal ese día: sus amigas y ella mal interpretaron mis palabras, y me contestaron. Si no hubiera sido por Lupita, la tía, quizá habríamos seguido de pleito y no nos habríamos hecho amigas, pero ella nos dijo que nos pusiéramos a jugar, y la obedecimos.

Para la secundaria, Aimé fue trasladada al CIEB y nos tocó en el mismo salón. No nos llevábamos tan bien, pero la amistad ya comenzaba a gestarse.

Conozco a su hermanito, Andrés, desde que estaba en el vientre materno. Lo quiero muchísimo, como si también fuera mi hermanito, y él siempre me invita a jugar Halo con él. Desde que entramos al jazz juntas, nuestra amistad se siente muy cotidiana, muy natural, muy fresca. Creo que con nadie más se cumple tanto la frase "mi casa es tu casa", como con ella. Yo vi sus cambios de fresa a punk, y luego a rockera y ahora al híbrido al que pertenece. Fuimos juntas a ver a Garbage, sólo porque nos gustaba una canción y no queríamos perdérnosla. Me invitó a sus XV años y, cada año, me invitan a la fiesta que le organizan a Andresito. Soy amiga también de su hermana, Tania, somos familia.

Aimé y yo tenemos un camino recorrido y otro tramo por recorrer. No importan las distancias, porque podemos estar mucho tiempo sin hablar y sin saber de la otra, pero nunca dejamos de procurarnos. Admiro en lo que se ha convertido, quizá un poco más porque he estado con ella todos estos años, desde el momento en que sólo teníamos sueños, al ahora en que pensamos más seriamente en realizarlos. Nos acompañamos. Por más que la otra no esté de acuerdo y haya una discusión al respecto de ello, seguimos estando ahí, incondicionalmente.

Es una relación de amistad tan normal y sencilla que se agradece. Existe muchísima confianza, tanta como para regañarnos, aplaudirnos, para ser nosotras en cualquier circunstancia. Eso es lo que lo hace tan fresca.

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