lunes, 25 de octubre de 2010

Tan lejos de Dios...

"Tan lejos de Dios, y tan cerca de Estados Unidos", eso decía Porfirio Díaz cuando se refería a México. Ahora, yo diría que el diablo sí existe y vive en México.

Ciudad Juárez. El viernes pasado irrumpieron en una fiesta adolescente unos sicarios. Obviamente no les importó, y el saldo fue un niño de nueve años y dos mujeres embarazadas heridas (¿qué tal suena eso solo?), junto con otras 12 personas que están heridas, sin mencionar a los 15 muertos entre los 13 y los 25 años.

Tijuana. Ayer un comando armado ingresó a un Centro de Rehabilitación y formaron contra la pared a 13 internos para dispararles a mansalva y matarlos.

Se me revuelve el estómago sólo de pensar que la película El Infierno no es más que la pequeña muestra de lo que sucede a gran escala en nuestro país. Nadie se merece morir así. Ni ésos que asestan contra la vida porque otros los mandan. Estoy en shock, por primera vez me cayó la desesperanza como el agua hirviendo que quema y deja marcas.

Este país está sitiado por la falta de oportunidades, por el placer de unos cuantos. A estas alturas me da la impresión de que el consumo de drogas es lo de menos. O, si no lo de menos, sí es una parte muy pequeñita del todo. Pienso en nuestro gobierno, en nuestra gente, en nuestras ciudades, en las pandillas de adolescentes que ahora, en Monterrey, están convirtiéndose en sicarios. Pienso en todo eso y sólo puedo evocar la imagen lamentable del escudo mexicano manchado de sangre que vi en la película. ¿Cuánta sangre más? ¿Tenemos escapatoria? Ciertamente, eso no es vida. Para nadie. ¿Cuántos lamentos más? Innumerables. Vamos a llegar a noviembre, al Centenario de la Revolución, y nuestra República está peor.

Nuestra República llora sangre por cada muerto, por cada ejecución. Llora, y no la escuchamos. Entramos en caos. Ahora sí, todos olemos a putrefacción. Unos más que otros, pero todos cargamos con nuestras malas decisiones, con esta patria nuestra que hemos fregado tanto.

Dios no existe, y aún así, qué lejos de Él estamos.

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