Ahora sí que nadie me lo cuenta. De cero asaltos o agresiones, me convertí en una contribuyente a la estadística de la inseguridad. Este año me asaltaron cuando venía en un Primera Plus de regreso de Querétaro. Y sí, los asaltantes abordaron el camión con armas. A mí me pegaron un cate para que agachara la cabeza y no los viera: "si me vuelves a ver te carga la chingada", fueron sus palabras exactas, y encima en Primera Plus nos trataron como delincuentes y nunca me llamaron ni para disculparme a pesar de que presenté mi queja enérgica.
Pero ayer amenazaron a mi acompañante con una navaja. Afortunadamente no nos la mostraron con la hoja afuera, pero la amenaza era clara. Todo porque lo ven a uno más o menos bien vestido. Yo, irresponsable, nos metí a Tepito, cuna del comercio informal, donde venden cualquier cantidad de cosas a precios ínfimos. Cuna de Cuauhtémoc Blanco, de los mejores boxeadores mexicanos, y cuna también, desafortunadamente, de asaltantes despiadados y protegidos por policías corruptos. De verdad que no sé cómo salimos ilesos de ahí. Gracias a la vida que no nos robaron nuestras pertenencias y que la navaja sólo fue una amenaza.
Pero vuelvo a pensar en la clase de país que es mi país y la clase de país que nos merecemos... Y definitivamente no incluye un tipo amenazándonos con una navaja y otro siguiéndonos. No incluye correr al Eje 1 Norte para subirnos al camión que ya salió y cuyo destino desconocemos.
No, no me lo merezco. Nadie lo merece, y sin embargo aquí estamos.
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