lunes, 24 de octubre de 2011

Amazona

Los encabezados de la sección de sociales de mi periódico particular están encabezados por escándalos de hombres heterosexuales: “Después de decirle que la ama, Fulanito de Tal sube a sus redes sociales fotografías con una persona distinta de Fulanita, la ‘amada’ en cuestión", “Sutanita engañada: Menganito nunca la quiso", "Le ofreció sexo con la condición de que fuera honesto, y la engañó", "Mintió: a pesar del mujerón que tiene al lado, sigue pensando en su ex", "Hombre jura amor a una mujer, pero no lucha por recuperar su relación; ella rema sola"... y podría extenderme más porque todos los días hay una nueva patanería que platicar. Algunas son continuaciones de las historias que ya escuché. Otras son nuevas, lo que significa que involucran más miembros del género masculino.

Sí, sé que a veces nosotras tomamos partido, pero los casos que cité tienen que ver con el sentido común, además de las diferencias de género.

No todos los errores los atribuyo a ellos. Desafortunadamente, al momento de solidarizarse, las otras mujeres se desunen porque están desesperadas por un hombre, quien sea, como sea, cuando sea.

Así que, sin querer, me metí en una Guerra Fría contra los hombres. Simplemente, estoy cansada de que lleguen a complicar mi vida. Si las historias que me contaron tienen algo en común, es que la palabra engaño siempre estuvo, explícita o implícitamente, involucrada como verbo, verboide y sustativo. No es que mi muestra esté sesgada por la edad (conozco historias que involucran hombres de todas las edades), o mis fuentes de información estén constituidas por mujeres solas, sentimentales, idiotas o nómadas. No.

Así que yo también tengo mis dramas personales, y definitivamente ahorita quisiera convertirme en una amazona.

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