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Su título original, The Joy Luck Club, parece una paradoja a medida que uno se adentra a las páginas de esta novela. Se trata de ocho mujeres, cuatro de ellas migrantes de China a Estados Unidos, y las otras cuatro son sus hijas, mujeres de aspecto oriental pero de corazón occidental. Se trata de la relación entre las madres y las hijas, de sus pasados y de sus presentes. De la preocupación de las madres y de las brechas que se abren entre ellas, del amor que no entienden, porque más allá del lenguaje, las diferencias están en la interpretación. Amy Tan narra cuidadosamente las historias de cada uno de los personajes, de manera que uno entiende a las madres y a las hijas.

Asimismo, su narrativa conserva el misticismo oriental, las historias cargadas de moralejas y significados maravillosos, la estrecha relación que la raza humana conserva con la naturaleza y las supersticiones que están tan bien argumentadas que podemos encontrarles pies y cabeza.

No es un libro en el que exista una vuelta de tuerca clara. Por el contrario, es una colección de historias ficticias narradas a manera de memorias, donde queda manifiesta la influencia del pasado en el futuro que es el presente de una nueva generación. Es una obra que, además, deja sentada la fortaleza del género femenino a pesar de la discriminación que por mucho tiempo existió. A pesar de la propia sensación de inferioridad que muchas de estas mujeres sostienen.

Como decía, el título no es más que la pauta de paradojas que se muestran a lo largo de toda la novela: mujeres que huyen buscando un mejor porvenir, libertad para decidir; estas mujeres que conocen su valía a pesar de que otros se han esforzado por mermarla tanto. Sus hijas, en cambio, han nacido en plena libertad y se limitan. Dejan de valorar aquello por lo que sus madres lucharon e incluso lo menosprecian cuando se menoscaban a sí mismas. El verdadero cuestionamiento es, ¿está en la naturaleza humana girar el rostro hacia lo que nos corresponde? ¿o somos capaces de nublarnos el juicio al grado de bloquear y no desear aquello que nos pertenece, aquello que es inherente a nosotros?

Los personajes de Amy Tan tienen una respuesta sincera y acorde con cada una de sus diferentes personalidades.

Charbelí