viernes, 24 de febrero de 2012

Lo mío

El día que me enteré que pasé el examen de la UNAM, mi vida cambió por completo. Entre otras decisiones, tomé una muy importante: no volver a trabajar en una oficina. Elegí que quería ser dueña absoluta de mi tiempo. Cambié la comodidad del salario en la quincena por la libertad sazonada con azar económico.

No ha sido sencillo. A veces la cartera vencida aumenta y no hay flujo de efectivo en mi cuenta de banco. Otras veces ni siquiera tengo cartera vencida.

Ya no conozco los fines de semana en los que no se trabaja porque, cuando una labora así, no hay días de descanso, así como no hay horarios. En contraste, a veces, entre semana, puedo ir al cine a mediodía porque no tengo que estar en la oficina.

Sin embargo, estoy profundamente agradecida con la vida, porque de todas mis experiencias laborales, esta es la mejor: me he vuelto más disciplinada, más responsable, más consciente del dinero que gasto. En mi opinión, esta nueva manera de trabajar tiempo completo, estudiar tiempo completo me ha convertido en una adulta.

Mi querido exjefe solía decirme que, aunque le daba gusto tenerme en su equipo de trabajo, se preguntaba qué hacía en una oficina, "tú no estás hecha para esto". Efectivamente, me la pasaba medio rebelde, medio sumisa, intentando acatar las reglas que no me gustaban. Me levantaba temprano, pero no tan temprano. Llegaba medio tarde a regañadientes. Me gustaba la gente, pero no era lo mío.

Hoy soy muy feliz. Creo que todo lo que hago es lo mío. Por eso me levanto en las mañanas, a las 6 o a las 9 o a la hora que sea, feliz de que es un día nuevo y yo puedo seguir en lo mío. Puedo pasar tiempo con mi abuelo, y sigo haciendo lo mío. Ir al museo a mitad de la semana y regreso a lo mío. En esta computadora que es mía. No tengo que verle la cara a un director prepotente que cree que, porque la empresa me paga un sueldo, mi tiempo es suyo. Mi tiempo es mío. Y disfruto la contribución que hago al mundo laboral.

Así que, cuando escuchen que alguien osa decir que quienes trabajamos como freelance somos flojos, bastará con mirarlo a los ojos para darnos cuenta que es uno de esos cobardes que todos los días va a un trabajo que le frustra. Se sienta y finge que trabaja, pero se la pasa chateando, en Facebook o viendo páginas web de viajes, sin el tiempo de irse a Europa porque solo le dan cinco días de vacaciones al año. Qué bueno que yo me puedo ir de viaje cuando quiera, ja. 

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